NO LASTIMES A LAS ARAÑAS
- Axel R. de la Gala
- 19 nov 2024
- 4 Min. de lectura

Karen era una niña muy responsable con sus tareas y muy educada con sus maestros y compañeros. Sin embargo, también era muy juguetona, y se la pasaba saltando de un lado a otro.
Además, Karen tenía un pasatiempo inapropiado: Matar insectos.
- ¿Por qué te gusta pisotear a los bichitos, Karen? – le preguntaba su hermana mayor.
- No me gustan – respondía ella – Son feos, asquerosos y me pueden picar.
- Y, ¿Cuál es el bicho que menos te gusta?
- ¡LAS ARAÑAS! – exclamaba - ¡ODIO LAS ARAÑAS! – y sin más, pisaba una en su patio trasero.
Cada vez que veía una, fuera en su jardín, dentro de la casa o en la escuela, ella no dudaba en ir corriendo a pisarla.
Y así fue durante mucho tiempo, hasta una noche…
Karen se disponía a dormir como todas las noches, luego de revisar que no hubiesen arañas bajo su cama o su almohada. Ya estaba cayendo dormida, cuando, de pronto, se escuchó un ruido desde su armario.
Parecían muchas patitas golpeando la puerta, intentando salir, y se asustó mucho, así que se cubrió con sus sábanas, temblando. El ruido se hizo más fuerte y ahora el mueble se movía de un lado a otro por el golpeteo constante. Quiso gritar, pero estaba tan asustada que apenas si le salió un gemido.
¡CRASH!
Las puertas del armario se abrieron de golpe, y desde adentro, salió un ejército de cuentas, no, miles de arañas que iban directo hacia ella. Había de distintos tamaños, colores y formas, como nunca había visto.
Ella seguía sin poder gritar, y solo podía temblar de miedo mientras tartamudeaba un débil “a-yu-yuda”, y las arañas ya estaban alrededor de ella.
Fue entonces cuando, desde el techo, vio cómo algo se deslizaba colgando de un hilo blanco y viscoso. Era una araña, pero más grande que las demás. Debía ser del tamaño de su cabeza, y estaba cubierta de pelo y pintada de colores rojos y púrpuras.
La enorme araña se sentó sobre el pecho de Karen, y con una voz tenebrosa, le habló.
- BUEEENAS NOCHEEES – dijo la araña gigante – MI NOMBREEE EEES ARACNEEE, Y SOY LA REINA DE LAS ARAÑAS. ¿TÚ EEERES LA NIÑA QUE HA LASTIMADO A MIS HIJAAAS?
Karen no sabía qué decir. ¡Estaba helada de miedo! Una de las arañas, una tarántula, tuvo que responder por ella.
- ¡SÍ! ¡ELLA ES! ¡ELLA MATÓ A MIS HERMANAS! – dijo, mientras golpeaba el suelo con sus colmillos. Las demás también protestaron.
- ¡AJÁ! TÚ ERES LA NIÑA QUE NOS APLASTA CRUELMENTE CUANDO NO LE HACEMOS NADA NI LA MOLESTAMOS. ¡DIME POR QUÉ LO HACES! ¡CONTESTA!
Karen tomó valor e intentó hablar, muy despacito
- Y-yo – dijo, temblando – Lo hago porque no-no me gustan. Son feas, as-que-querosas y me pueden pi-picar.
Las arañas se hicieron escuchar. Algunas reían y otras gritaban enojadas. Aracne las hizo callar y se dirigió a Karen.
- ¡NIÑA HUMANA TONTA! PARA NOSOTRAS, LOS HUMANOS SON SERES FEÍSIMOS Y ASQUEROSOS. CON SUS CARAS PLANAS, DOS OJOS Y CUATRO EXTREMIDADES ¡PUAJ! ¡NO LOS SOPORTO! – hizo una pausa para respirar – PERO, ¡NO POR ESO QUEREMOS LASTIMARLOS!
- ¡SÍ! – gritaron las demás arañas.
- ES CIERTO QUE ALGUNAS DE NOSOTRAS PICAMOS. Y ALGUNAS TAMBIÉN TENEMOS VENENO QUE PUEDE MATAR A LOS HUMANOS. ¡PERO ÚNICAMENTE LO USAMOS CUANDO NOS MOLESTAN! ¡ES MÁS! SI SON TAN GRANDES Y MÁS FUERTES QUE NOSOTROS, ¡USTEDES DEBERÍAN SER MÁS RESPONSABLES!
- ¡SÍ! – gritaron las demás.
- ¡AHORA, POR TU IGNORANCIA Y CRUELDAD, TE DAREMOS UNA LECCIÓN!
Y sin más, todas las arañas rodearon el cuerpo de Karen, y ella sintió como si la apretaran muy fuerte, y ya no podía mover sus brazos y piernas. ¡La estaban amarrando con sus telas!
Mientras permanecía amarrada sobre la enorme telaraña que habían tejido, la reina Aracne se acercaba lentamente a ella, con baba escurriéndole por los colmillos.
- ¡EEESCUCHAAA NIÑAAA! – habló Aracne – ¡LAS ARAÑAS HEMOS VIVIDO AQUÓ DESDE ANTES QUE LOS DINOSAURIOS! LA TIERRA ES NUESTRA CASA Y AYUDAMOS A QUE LOS INSECTOS NO SE PROPAGUEN, COMO LAS CUCARACHAS, LAS MOSCAS Y LAS LARVAS. SIN NOSOTRAS, ¡LOS HUMANOS TENDRÍAN PLAGAS EN SUS JARDINES! ¡SOMOS IMPORTANTES!
Y así habló, hasta que estaba sobre el cuerpo de Karen, quien no dejaba de llorar de terror y de arrepentimiento por lo que hizo
- NO LASTIMES A LAS ARAÑAS, KAREN – susurró Aracne – O TENDREMOS QUE LASTIMARTE A TI – y sin más, saltó con sus colmillos sobre ella.
- ¡NOOO! – gritó Karen, justo cuando todo se volvió negro.
¡PUM!
Karen se cayó de la cama, llorando de miedo, confundida y sudada. ¡Todo había sido una pesadilla!
De ahí en más, a Karen nunca se le ha vuelto a ver pisando bichitos. ¡Mucho menos arañas! Ahora se ha dedicado a estudiar mucho sobre ellos en la escuela, y aunque todo fue una pesadilla, a veces siente que ocho ojos la observan entre las sombras
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